EL DISCURSO DEL REY
El discurso del rey cuenta la historia de Alberto de Windsor, duque de York y hermano del Príncipe de Gales casado con Isabel, se somete a varios tratamientos para poder dirigirse en actos oficiales al público sin tartamudear. Era un problema que padecía y agravaba en la medida en que la radio hacía llegar a todos los rincones de Inglaterra la palabra de todos los integrantes de la corona.
Ningún tratamiento tiene el efecto deseado con lo que tira la toalla y decide no volver a intentar superar su tartamudez.
Sin embargo, su mujer busca un nuevo experto. Se trata de Lionel Logue, un señor australiano que tiene métodos diferentes a los intentados hasta ese momento. Lionel le obliga a ir a su casa y le llama Bertie, algo que le molesta muchísimo y decide no regresar tras el primer día. Tiempo después escucha un disco que Lionel le regaló. El disco se trataba de él mismo leyendo a Hamlet mientras escuchaba música. Se dió cuenta de que era un orador perfecto por lo que decide regresar e intentarlo de nuevo. Al poco tiempo muere su padre y accede al trono su hermano, como Eduardo VIII. Eduardo mantiene una relación con una mujer norteamericana casada, divorciada, casada de nuevo y debiendose divorciar para casarse con él. Ni la iglesia ni el gobierno aceptan la relación. El Rey Eduardo VIII, ante tantos impedimentos abdica en su hermano que accede al trono como Jorge VI. Para su coronación Alberto contará con Lionel como su asesor. Entonces el gobierno y la iglesia investigan la vida de Lionel descubriendo que no tiene el título de logopeda. Aunque Bertie decide mantenerlo.
Entre tanto Alemania invade Polonia, provocando la declaración de la Guerra de Inglaterra, hecho por el cual el Rey deberá dirigirse a su imperio con un gran discurso.
Ningún tratamiento tiene el efecto deseado con lo que tira la toalla y decide no volver a intentar superar su tartamudez.
Sin embargo, su mujer busca un nuevo experto. Se trata de Lionel Logue, un señor australiano que tiene métodos diferentes a los intentados hasta ese momento. Lionel le obliga a ir a su casa y le llama Bertie, algo que le molesta muchísimo y decide no regresar tras el primer día. Tiempo después escucha un disco que Lionel le regaló. El disco se trataba de él mismo leyendo a Hamlet mientras escuchaba música. Se dió cuenta de que era un orador perfecto por lo que decide regresar e intentarlo de nuevo. Al poco tiempo muere su padre y accede al trono su hermano, como Eduardo VIII. Eduardo mantiene una relación con una mujer norteamericana casada, divorciada, casada de nuevo y debiendose divorciar para casarse con él. Ni la iglesia ni el gobierno aceptan la relación. El Rey Eduardo VIII, ante tantos impedimentos abdica en su hermano que accede al trono como Jorge VI. Para su coronación Alberto contará con Lionel como su asesor. Entonces el gobierno y la iglesia investigan la vida de Lionel descubriendo que no tiene el título de logopeda. Aunque Bertie decide mantenerlo.
Entre tanto Alemania invade Polonia, provocando la declaración de la Guerra de Inglaterra, hecho por el cual el Rey deberá dirigirse a su imperio con un gran discurso.
Ficha técnica
Título: El discurso del Rey
Título Original: The King's Speech
Director: Tom Hooper
Productores: The Weinstein Company, UK Film Council
País: Reino Unido, Australia
Guión: David Seidler
Actores: Helena Bonham Carter
Colin Firth
Guy Pearce
Michael Gambon
Geoffrey Rush
Timothy Spall
Jennifer Ehle
Derek Jacobi
Anthony Andrews
Eve Best
Año: 2010
Género: Drama, Histórico
Título Original: The King's Speech
Director: Tom Hooper
Productores: The Weinstein Company, UK Film Council
País: Reino Unido, Australia
Guión: David Seidler
Actores: Helena Bonham Carter
Colin Firth
Guy Pearce
Michael Gambon
Geoffrey Rush
Timothy Spall
Jennifer Ehle
Derek Jacobi
Anthony Andrews
Eve Best
Año: 2010
Género: Drama, Histórico
Contexto histórico
Era el año 1939, concretamente el 1 de septiembre, cuando tras la ocupación de Polonia, por las tropas alemanas, se desencadena la segunda guerra mundial.
Desde marzo del aquel año, con la ocupación alemana de Checoslovaquia, la pregunta que flotaba en el ambiente ya no era si llegaría a estallar la guerra, sino cuándo. Las noticias de la prensa y radio, las instrucciones a la población civil difundidas por las autoridades, los ensayos militares y de evacuación durante los meses siguientes, crearon una conciencia belica. Aquellos que estaban fuera regresaron apresuradamente a sus localidades, desde donde poder enviar telegramas a amigos y familiares y seguir atentamente los boletines de la radio.
El día 24 de agosto el parlamento aprobó una batería de medidas que concedia al Gobierno poderes excepcionales, establecía normas en torno al racionamiento, respuesta a ataques aéreos y mantenimiento de orden público que incluía las detenciones sin juicio y la pena de muerte ante ciertas infracciones. Fue aprobada inicialmente por un año de duración, aunque finalmente se prolongaría durante toda la guerra. Ese mismo día todos los profesores de escuelas del país fueron movilizados para participar en la evacuación de los niños de las grandes ciudades y desde el día siguiente la programación radiofónica quedo restringida a la información de la población. El 31 se llamó a filas a todos soldados en reserva y solamente un día después, el 1 de septiembre, el mundo entero se estremeció ante la noticia tanto tiempo esperada: Alemania había iniciado la invasión de Polonia. Ese mismo día las calles se llenaron de carteles anunciando el estado de emergencia y dio comienzo la evacuación de los niños en las principales ciudades, con trenes y autobuses desbordados. Una movilización general que se vio entorpecida por la primera noche que se aplicó un apagón generalizado con el fin de evitar posibles ataques aéreos. Fue también el día en que los televisores de Gran Bretaña dieron su última emisión. No volvieron a recibir una señal hasta 1946.
Cuando el domingo día 3 Chamberlain inició su discurso radiado, la memoria de la Primera Guerra Mundial aún estaba fresca pero esta prometía ser aún más terrible. Pasados ocho minutos en el discurso, comenzaron a sonar las sirenas antiaéreas en Londres, seguidas poco después por otras en el resto de las grandes ciudades británicas. Era una señal para la que la población ya estaba adiestrada a responder corriendo a los refugios y poniéndose las máscaras antigás. Desde ese momento la radio suministró toda clase de instrucciones que, proporcionaron seguridad psicológica a los oyentes. Recibir órdenes paso a paso les hacía percibir que la situación estaba bajo control, que todo el mundo estaba siendo movilizado de acuerdo a un plan racional dictado por el Gobierno y solo había que seguirlo para estar a salvo.
Se pedía a los ciudadanos mantenerse fuera de la calle todo el tiempo posible y portar siempre la máscara antigás, así como no emplear la iluminación en las carreteras tras el atardecer. Poco después, a las seis de la tarde, tuvo lugar otro discurso para la historia, uno de esos momentos que todo abuelo cuenta a sus nietos, diciéndoles «yo estuve allí». Jorge VI no tenía el don de la elocuencia, pero pronuncio estas palabras: «es por este alto objetivo que ahora llamo a mi pueblo en sus hogares y a los que están en ultramar, para que hagan propia nuestra causa. Les pido que se mantengan firmes, en calma y unidos en este tiempo de prueba. La tarea será difícil. Pueden haber días oscuros por delante, y la guerra ya no se limitará al campo de batalla. Pero solo podemos hacer lo correcto, como vemos lo justo, y con reverencia comprometer nuestra causa a Dios».
El gas no había sido un arma particularmente mortífera durante la Gran Guerra y sin embargo lograba causar pavor tanto en combatientes como en civiles, tal vez por los estragos físicos que provocaba o por la indefensión frente a algo ante lo que no sirve ponerse a cubierto. Las autoridades británicas se tomaron muy en serio la posibilidad de un ataque a gran escala de este tipo sobre las grandes ciudades, así que se repartieron máscaras antigás a todos los ciudadanos del país, a quienes se les recordaba constantemente la necesidad de llevarla consigo a todas partes
De manera que el día 4 de septiembre todo el mundo llevaba una máscara antigás encima.
Dada la tecnología de la época una buena manera de evitar los bombardeos era dejar completamente a oscuras las ciudades para que los pilotos alemanes no pudieran localizarlas. Para ello se colocaron planchas de contrachapado en cada vivienda del país .
A pesar de tales precauciones, los bombarderos alemanes a menudo lograron soltar su carga sobre las zonas habitadas y por ello resultaba fundamental seguir una serie de instrucciones sobre cómo ponerse a cubierto y, en especial, disponer de un refugio.
Durante el primer año de guerra llegaron a construirse 2,3 millones de refugios Anderson. Se trataba de refugios semisubterráneos
En Londres el metro sirvió de refugio a casi doscientas mil personas cada noche, hasta el mismo Churchill utilizó con ese fin la estación de Down Street junto al resto de su gabinete de guerra.
A pesar de todas las precauciones que se tomasen, desde el estallido de la guerra hubo una evacuación que afectó en torno a tres millones y medio personas, especialmente niños , hacia zonas rurales más seguras.
Si como vemos la guerra aérea tuvo una influencia crucial en la vida civil, también se hizo notar —con menor intensidad— la Batalla del Atlántico. Es decir, el empeño del Tercer Reich por bloquear los suministros a las islas mediante la guerra submarina, lo que trajo consigo la necesidad del racionamiento. Desde 1939 el petróleo y a partir del año siguiente también los alimentos, a los que se accedía mediante una cartilla familiar. pero tal y como era de esperar a la sombra de esta restricción apareció un mercado negro. Más adelante incluso la ropa pasó a racionarse.
Desde marzo del aquel año, con la ocupación alemana de Checoslovaquia, la pregunta que flotaba en el ambiente ya no era si llegaría a estallar la guerra, sino cuándo. Las noticias de la prensa y radio, las instrucciones a la población civil difundidas por las autoridades, los ensayos militares y de evacuación durante los meses siguientes, crearon una conciencia belica. Aquellos que estaban fuera regresaron apresuradamente a sus localidades, desde donde poder enviar telegramas a amigos y familiares y seguir atentamente los boletines de la radio.
El día 24 de agosto el parlamento aprobó una batería de medidas que concedia al Gobierno poderes excepcionales, establecía normas en torno al racionamiento, respuesta a ataques aéreos y mantenimiento de orden público que incluía las detenciones sin juicio y la pena de muerte ante ciertas infracciones. Fue aprobada inicialmente por un año de duración, aunque finalmente se prolongaría durante toda la guerra. Ese mismo día todos los profesores de escuelas del país fueron movilizados para participar en la evacuación de los niños de las grandes ciudades y desde el día siguiente la programación radiofónica quedo restringida a la información de la población. El 31 se llamó a filas a todos soldados en reserva y solamente un día después, el 1 de septiembre, el mundo entero se estremeció ante la noticia tanto tiempo esperada: Alemania había iniciado la invasión de Polonia. Ese mismo día las calles se llenaron de carteles anunciando el estado de emergencia y dio comienzo la evacuación de los niños en las principales ciudades, con trenes y autobuses desbordados. Una movilización general que se vio entorpecida por la primera noche que se aplicó un apagón generalizado con el fin de evitar posibles ataques aéreos. Fue también el día en que los televisores de Gran Bretaña dieron su última emisión. No volvieron a recibir una señal hasta 1946.
Cuando el domingo día 3 Chamberlain inició su discurso radiado, la memoria de la Primera Guerra Mundial aún estaba fresca pero esta prometía ser aún más terrible. Pasados ocho minutos en el discurso, comenzaron a sonar las sirenas antiaéreas en Londres, seguidas poco después por otras en el resto de las grandes ciudades británicas. Era una señal para la que la población ya estaba adiestrada a responder corriendo a los refugios y poniéndose las máscaras antigás. Desde ese momento la radio suministró toda clase de instrucciones que, proporcionaron seguridad psicológica a los oyentes. Recibir órdenes paso a paso les hacía percibir que la situación estaba bajo control, que todo el mundo estaba siendo movilizado de acuerdo a un plan racional dictado por el Gobierno y solo había que seguirlo para estar a salvo.
Se pedía a los ciudadanos mantenerse fuera de la calle todo el tiempo posible y portar siempre la máscara antigás, así como no emplear la iluminación en las carreteras tras el atardecer. Poco después, a las seis de la tarde, tuvo lugar otro discurso para la historia, uno de esos momentos que todo abuelo cuenta a sus nietos, diciéndoles «yo estuve allí». Jorge VI no tenía el don de la elocuencia, pero pronuncio estas palabras: «es por este alto objetivo que ahora llamo a mi pueblo en sus hogares y a los que están en ultramar, para que hagan propia nuestra causa. Les pido que se mantengan firmes, en calma y unidos en este tiempo de prueba. La tarea será difícil. Pueden haber días oscuros por delante, y la guerra ya no se limitará al campo de batalla. Pero solo podemos hacer lo correcto, como vemos lo justo, y con reverencia comprometer nuestra causa a Dios».
El gas no había sido un arma particularmente mortífera durante la Gran Guerra y sin embargo lograba causar pavor tanto en combatientes como en civiles, tal vez por los estragos físicos que provocaba o por la indefensión frente a algo ante lo que no sirve ponerse a cubierto. Las autoridades británicas se tomaron muy en serio la posibilidad de un ataque a gran escala de este tipo sobre las grandes ciudades, así que se repartieron máscaras antigás a todos los ciudadanos del país, a quienes se les recordaba constantemente la necesidad de llevarla consigo a todas partes
De manera que el día 4 de septiembre todo el mundo llevaba una máscara antigás encima.
Dada la tecnología de la época una buena manera de evitar los bombardeos era dejar completamente a oscuras las ciudades para que los pilotos alemanes no pudieran localizarlas. Para ello se colocaron planchas de contrachapado en cada vivienda del país .
A pesar de tales precauciones, los bombarderos alemanes a menudo lograron soltar su carga sobre las zonas habitadas y por ello resultaba fundamental seguir una serie de instrucciones sobre cómo ponerse a cubierto y, en especial, disponer de un refugio.
Durante el primer año de guerra llegaron a construirse 2,3 millones de refugios Anderson. Se trataba de refugios semisubterráneos
En Londres el metro sirvió de refugio a casi doscientas mil personas cada noche, hasta el mismo Churchill utilizó con ese fin la estación de Down Street junto al resto de su gabinete de guerra.
A pesar de todas las precauciones que se tomasen, desde el estallido de la guerra hubo una evacuación que afectó en torno a tres millones y medio personas, especialmente niños , hacia zonas rurales más seguras.
Si como vemos la guerra aérea tuvo una influencia crucial en la vida civil, también se hizo notar —con menor intensidad— la Batalla del Atlántico. Es decir, el empeño del Tercer Reich por bloquear los suministros a las islas mediante la guerra submarina, lo que trajo consigo la necesidad del racionamiento. Desde 1939 el petróleo y a partir del año siguiente también los alimentos, a los que se accedía mediante una cartilla familiar. pero tal y como era de esperar a la sombra de esta restricción apareció un mercado negro. Más adelante incluso la ropa pasó a racionarse.
FOTO DE LOS COMANDOS INGLESES
Opinión
La película me ha gustado mucho porque he visto un trasfondo aparte del problema de tartamudez que sufre el monarca, en el que se ve la soledad y baja autoestima que sufre. Que tras toda esa arrogancia y aires de superioridad, se esconde un hombre sin amigos, excluido debido a su tartamudez. Un hombre que no se veía capacitado para ser Rey y que por consecuencias adversas, lo fue.
Y es aquí donde Lionel Logue juega un papel fundamental en la trama siendo algo más que un simple logopeda para él, convirtiéndose en su amigo. Una entrañable amistad que será el núcleo principal de la trama, la cual iremos viendo como empieza y se va formando.